viernes, 19 de octubre de 2007

El Tíbet. Agartha, Shambala y el Vril ...


El Tíbet. Agartha, Shambala y el Vril Hablamos ahora del Tíbet, que aunque a algunos poco informados pueda extrañar, tiene mucho que ver con el tema de la Atlántida. Las relaciones entre la Alemania nacionalsocialista y el Tíbet fueron más allá de la mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939 realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino subterráneo”. En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de un reino oculto, pero principalmente subterráneo, conocido como Agartha o Shambhala y que encontramos difundido en muy diferentes tradiciones. Sir Edward Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la elitista Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta se narra la aventura de un pueblo superior (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras un cataclismo en la superficie exterior de la tierra, y que dispone de una energía cósmica denominada vril. En dicha novela también se menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo subterráneo como descendientes de los arios originales. Según esta tradición viva en Tíbet, este pueblo vive en el interior de la tierra y es superior en todos los niveles, tanto en el desarrollo personal como en el desarrollo y los logros materiales, a los hombres de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos benéficos y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas, como Lemuria y la Atlántida. René Guenón, en su libro ”El rey del mundo”, examinó las diversas tradiciones religiosas que confirman esta idea, según la cual las culturas posteriores se nutren de un origen ario. Por otra parte, para algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas orientales y occidentales; sobre todo, por el budismo, el hermetismo cristiano, los templarios y la antigua masonería. En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno a un centro fijo que genera el movimiento. En esta misma línea –en la cual también se inscribe Blavatsky— se sitúan otros ideólogos, a través de quienes el interés por Shambhala y por la mítica fuerza cósmica del vril, interesaron al nazismo. El III Reich envió la celebrada expedición al Tíbet en 1938-1939, bajo la dirección del antropólogo Erns Schaefer, en busca de dicho reino y de los secretos de esa energía cósmica que podía resultar un arma decisiva. El vril, como decimos, sería una energía cósmica cuyo conocimiento y dominio permitiría entre otras particularidades el uso de capacidades paranormales como, por ejemplo, el control a distancia. Schaefer logró entrevistarse con el Dalai Lama y permaneció en las ciudades sagradas de Lhasa y Shigatsé durante varios meses. Aún hoy continúa ejerciendo un gran poder de fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, fruto de la expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar ignoto para el resto del mundo. El propósito original de la expedición fue muy similar al que motivó la prevista expedición de Tiahuanaco, y se basaba en la creencia según la cual las montañas más altas del mundo podrían haber sido el refugio de una raza aria primigenia proveniente de la Atlántida tras el diluvio. Según el mito budista de Shambhala los arios primigenios habrían creado reinos subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos. Esta idea vino avalada por el ingeniero Ferdynand Ossendowski, quien, en su libro “Bestias, hombres, dioses” (1920-1921), describe cómo en su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia del reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los supervivientes de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un Señor del Mundo. Edmund Kiss se encargaría de vincular el mito de Agarthi o Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger quien ya apuntaba a una relación entre la Atlántida y el techo del mundo (Tíbet). En la expedición alemana al Tíbet sólo participaron mienbros SS, entre ellos el antropólogo racial Bruno Beger, gracias a quien se lograron aunar los intereses científicos de Schäfer (verificar la consideración de la meseta tibetana como cuna de la humanidad ya postulada por Kant y Friedrich Schlegel, así como estudiar la flora y fauna y los pueblos de la región) con el objetivo principal de Himmler (demostrar que el Tíbet fue el refugio de la raza aria venida del norte). Basándose en el celebrado experto encuestiones raciales H.F.K. Gunther, Beger partía de la hipótesis de una migración original de la raza nórdica desde Europa septentrional hacia China y Japón, pasando por Asia central. A fin de demostrar esta tesis, efectuó numerosas mediciones craneales a los habitantes del Tíbet, actividad que fue cuidadosamente registrada en el documental. De vuelta de la exitosa expedición, en una entrevista para la revista “Das schwarze Korps” (“El cuerpo negro”) Schäfer define a los tibetanos como “los más puros representantes de la raza principal amarilla” y los califica de “valientes, de gran resistencia y muy capacitados”, destacando que “dada la alta mortalidad infantil y la dureza del clima tibetano, únicamente sobreviven los más fuertes y resistentes”. En la conferencia que pronunció Beger por las mismas fechas concluyó que el pueblo tibetano ocupa una posición intermedia entre el tipo racial mongol y el europeo, si bien el componente mongol predomina fuertemente. Según Beger es sobre todo en la aristocracia tibetana donde impera en mayor medida el factor racial europeo. El uso de la esvástica aria en Tíbet sería una prueba más del componente racial ario original de los tibetanos. La expedición alemana logró crear una actitud positiva respecto a Alemania por parte de los tibetanos. Bajo el lema del “Encuentro de la esvástica occidental con la oriental” lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno tibetano que se manifestaron, entre otros, en la declaración oficial de amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. También en el documental se ve una larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes que son recibidos aquí” (lo que no es del todo cierto, ya que el propio Schäfer había participado anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo germano-estadounidense). La expedición SS al Tíbet regresó con el Kangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas en 108 volúmenes. Además sus jefes recibieron el ritual del Tantra Kalachakra. Dicho tantra es la iniciación suprema del budismo tibetano, pero, paradójicamente, puede ser administrada a profanos, después de una preparación previa. Esta iniciación asegura el renacimiento en Shambhala en el momento de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal. Aún hoy la iniciación Kalachakra es impartida por algunas autoridades religiosas tibetanas, como el mismo Dalai Lama. La SS pretendía injertar savia nueva para revitalizar la tradición nórdico-germánica y fueron a buscarla allí donde existía la tradición viva, de carácter guerrero, que más se parecía (por tener un mismo origen) a la antigua religiosidad aria: el Tíbet. La tradición tibetana y la germánica tienen puntos en común: ambas hablan de un centro secreto inmaterial, Shambhala y Walhalla, respectivamente; de una lucha final (el Raghna-rok para los germanos), tras la cual solamente una élite de guerreros podrá afrontar el final del presente ciclo y prepar el advenimiento de un Orden Nuevo. Este ritual del Tantra de Kalachakra, en el que fueran iniciados Schaefer o algunos de sus hombres, aseguraba la transmisión de una tradición aria viva y, por tanto, la posibilidad de revitalizar la tradición nórdico-germánica. Entre los nacionalsocialistas que se aventuraron por las altas regiones del Himalaya y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer, quien narra sus aventuras en su libro “Siete años en Tíbet”. Harrer es detenido el 1 de septiembre de 1939 en la India, justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue fugarse del campo de concentración donde estaba detenido por los ingleses alcanzando el Tíbet el 17 de mayo de 1944. Gracias a los delegados alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con las autoridades tibetanas, llegando a convertirse finalmente en instructor y hombre de confianza del Dalai Lama. Harrer estaba incorporado a la “Orden Negra” (la SS) desde 1938 y era miembro de los “wandervogel” o “pájaros errantes”. Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza y un estilo de vida alejado de la dinámica urbana, y muchos de sus miembros eran montañeros y escaladores. Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto a otros camaradas en una espedición para alcanzar la cumbre del Nanga Parvat (que en el idioma local quiere decir “Nuestra Montaña”), un “ocho mil” del Himalaya, de 8126 metros" de altitud, en el actual estado de Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un SS, Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por primera vez la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura se considera aún hoy en día una azaña del alpinismo. Durante los tres días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de la expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los protagonistas. Cuentan las crónicas que el Führer les recibió emocionado y les dijo: “Camaradas ¿qué habéis hecho?”, el propio Harrer contestó: “hemos escalado la cumbre del Eiger para llegar a nuestro Führer”. Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado documentos desclasificados tras la guerra según los cuales en el búnker de Berlín se hallaron varios cuerpos de monjes tibetanos, lo que vendría a demostrar que la relación con el Tíbet tuvo gran importancia para el III Reich. El Tíbet será invadido en 1950 (sólo 5 años después de la Guerra) por los comunistas chinos. Los comunistas, financiados y empujados por la Alta Finanza Mundial, vendrían a realizar una vez más el trabajo sucio de los financieros y del capitalismo internacional y mundialista. Cuando el Dalai Lama tuvo que exiliarse en la India, sólo el embajador de Chile en aquel país, Miguel Serrano, fue a recibirle. Actualmente Miguel Serrano es una autoridad destacada en el esoterismo nazi.